La resistencia

Y entraron al escenario para revolucionar, revulsionar, subvertir.

Corrieron, saltaron, gruñeron, escupieron, mojaron, embarraron. Pero no me emocionaron y me perdieron de vista. A mi, a otros.

Pero estabas vos, que me recordabas tanto a F.. Y en tu mirada loca, en tu carcajada desvariada, no hacías más que mostrarme una inerme figura parada al borde de una terraza. Eso sí me conmovió, pero solamente estaba en mi cabeza.

Por un momento me distrajo el plástico que tu compañera paseó por sobre mi cabeza y me lo quité fastidiada, no iba ella a abstraerme de mi duelo.


CapillaTe seguí como sonámbula entre velas encendidas hasta la capilla, esa misma que soñé hace una semana y de la que quería escapar La obra no alcanzó nunca mi conciencia pero vos me atravesaste como una espada samurai. ¿Por qué hubiste de traerme a F. y su infinita tristeza?

Cuando todo terminó, alguien habló del teatro independiente como un espacio de resistencia. Me pregunté y pregunté: ¿Resistencia a qué? Si justamente vos, evocandome al colibrí perdido, venciste mi resistencia y al fin la lloré y la dejé volar tal como ella quizo y tal como voló.

Andrea María Leiva (Febrero de 2016)

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Máquina de mirar

En un ajuste de cuentas